La primera
diferencia entre estas tres categorías es de carácter etiológico. La
administración pública tradicional tiene su origen en la noción del Estado
Social, el cual, para garantizar el acceso igualitario y efectivo de todos los
ciudadanos a los servicios y productos de la administración pública, tuvo que
erigir enormes estructuras burocráticas, altamente jerarquizadas, con múltiples
funciones, rigurosamente regidas por normas jurídicas, orientadas a la
satisfacción de diversas necesidades de la población. La gerencia pública en
cambio, proviene de una visión del Estado Neoliberal, para el cual los
ciudadanos no tienen derechos igualitarios, sino la libertad de procurarse cada
quien la satisfacción de sus necesidades y derechos; en consecuencia, los
principales atributos o lineamientos del gerencialismo
son la reducción del aparato público y la burocracia estatal; la
descentralización y desconcentración de los servicios; la desregulación de los
procesos económicos y comerciales; la privatización y la simplificación
administrativa; la mayor autonomía de
gobiernos locales o estaduales. Estamos, en el plano de dos concepciones de
Estado extremadamente contrapuestas. La Gobernanza se origina de una concepción
ecléctica del Estado, ni estado social absoluto, ni estado liberal puro, sino
un Estado liberal con fines sociales. La gobernanza sería entonces aquél
concepto de administración que combina por una parte la búsqueda de la eficacia,
la eficiencia y la productividad, pero con el fin de volver más eficientes los
servicios públicos.
En el plano
teleológico, es decir, según la finalidad que se persigue, se presentan otras
diferencias. La administración pública busca ante todo prestar un servicio
público a la población, satisfacer necesidades, expectativas o derechos de los
ciudadanos, desde una relación directa entre Estado y ciudadano, pero sin
preocuparse por la eficiencia, la eficacia, la productividad, ni por los costos
que esos servicios implican. La gerencia pública, en cambio, tiene como
principal objetivo brindar los servicios públicos al menor costo posible,
mediante el incremento de la productividad, la economía, la eficiencia y la
eficacia, para lo cual recurre principalmente a la disminución de la estructura
gubernamental, la reducción de la cobertura de los servicios, el recorte de
empleos públicos, la descentralización, desconcentración o privatización de los
servicios públicos. En la gobernanza, la administración tiene como finalidad
esencial volver efectivos los derechos humanos civiles, políticos, económicos,
sociales y culturales[1],
tanto individuales como colectivos, pero a la vez se preocupa por la
eficiencia, la eficacia y la legitimidad de la administración pública; esto
último porque también promueve la participación ciudadana en la formulación,
gestión, ejecución y evaluación de las políticas públicas.
Otra diferencia
muy marcada es que en la concepción de la administración pública, la gestión
gubernamental está exclusivamente en manos del Estado. Hay plena confianza,
incluso como un artículo de fe, en que solo a través del Estado puede
conseguirse el desarrollo económico y social. La gerencia pública por el
contrario concibe a la gestión de los asuntos públicos como una actividad que
no es monopolio estatal. Para el gerencialismo
algunos, muchos o casi todos los servicios públicos pueden ser prestados por
empresas privadas, organismos voluntarios u organizaciones no gubernamentales,
o por el gobierno en asocio con dichas entidades[2].
Para la gobernanza, algunos servicios públicos pueden ser prestados por
empresas privadas, ONG, organizaciones comunitarias u otras entidades
descentralizadas, pero los servicios estratégicos se mantienen en manos del
Estado y, en todo caso, éste no pierde el control y la conducción estratégica
en los servicios descentralizados o brindados a través de la tercerización.
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